Asi que monto a la pequeña, recelosa todavia por tantos cuernos sufridos ultimamente, y cruzamos monrepos con alegria y soltura, me desvio y voy hacia Boltaña una carretera sinuosa, con algunos trozos sucios y bacheados pero bueno en el horizonte ya se divisaban los enormes Pirineos.

Aquello era una señal, asi que sin rumbo fijo me dispongo a cruzarlos y marcarme una Ruta penintentes en solitario.

Mirara por donde mirara el paisaje me iba fascinando más y más, cada vez que avanzaba, la cosa mejoraba, hasta el sol me acompañaba!

Poco a poco me iba acercando al gran gigante al que pretendia atacar a golpe de gas.

Subidas de vértigo....